Alfred G Bruckham (ese era su nombre) era un tío al que le gustaba la pintura, y pensó seriamente en dedicarse a ello profesionalmente. Pero un día, tras visitar una exposición de Turner, rompió todo lo que había pintado hasta la fecha, y decidió hacer otra cosa. (y esto no fue por envidia ni por una rabieta, sino simplemente un ataque de realismo súbito mezclado a partes iguales de serena renuncia y lucidez: yo lo conozco bien, todo eso)
Y se convirtió en piloto-fotógrafo (o fotógrafo -piloto, como queráis).
Estamos hablando de los tiempos gloriosos, aquellos en los que los aviones eran descubiertos, y el frío se combatía a base de pellizas, gorros, y termos de café caliente. Los de los pioneros como St-Ex, vamos.
Nuestro amigo Alfred no llevaba guantes siquiera (decía que no le dejaban manejar bien la cámara), y el cinturón de seguridad lo usaba únicamente para atarse una pierna al fuselaje mientras hacía las fotos puesto en pie, no fuera a salir despedido con cualquier turbulencia.
Tuvo muchos accidentes (los genios, es lo que tienen: suelen ser despistados, como St.Ex. también). A consecuencia de uno de ellos, le tuvieron que practicar una traqueotomía, lo que le impidió volver a hablar para el resto de sus días.
El viento helado a esa altitud entrándole directamente a los pulmones no impidió que hiciera fotos como éstas:
Desde esas alturas, viendo todo ello, para qué hablar?
1 comentario:
Me han encantado la historia, las fotos y el tipo.
Un beso grande
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