lunes, 3 de septiembre de 2007

Para ella




Hay personas que demuestran, por el hecho de estar vivas, que la justicia no existe. Que es una cosa de jueces, fiscales y demás ralea, pero que no tiene nada que ver con la vida real. Con la vida. Sin más.

Hay personas que demuestran, por el hecho de estar vivas, que es posible un rayo de esperanza. Que la vida puede cebarse con ellas, pero siempre podrán recoger los bártulos del suelo, limpiar con cuidado y un poco de rabia los restos de la fiesta, ponerse en pie, y acostarse solas para descansar, aunque duela.

Disimulando alguna lágrima, por no dar el espectáculo, y un poco por orgullo también (orgullo bien entendido, por una vez), sonándose la nariz, poniéndose en pie y dispuestas a seguir tirando hacia adelante, mientras se frotan las manos asustadas por lo que les queda por detrás.

Sabiendo que ya no quedan canciones, ni viajes, ni sueños compartidos, y que al frente se está rematadamente solo.

Buscando el consuelo dónde no lo hay. Preguntándose qué es lo que queda para el día siguiente, y de dónde sacarán las fuerzas para afrontarlo.

Dudando, porque es inevitable, de si el tiempo pasado ha sido perdido o desperdiciado, pero sin renegar de él a pesar de todo.

Maldiciéndose a hurtadillas por si la culpa ha sido suya, aunque sea sólo en parte.

Esa gente demuestra, por el hecho de estar vivos, y de ser así, que a pesar de que la justicia y los sentimientos sean como el agua y el aceite, líquidos igual, pero incompatibles, a pesar de los golpes, de lo puta que es la vida a veces, y lo hijadeputa que es casi siempre, todo, absolutamente todo, puede hacerse con dignidad.

Eso es admirable.

A ese tipo de gente, suele gustarle canciones como ésta.



A mí no. Pero es que yo, a ese tipo de gente, no le llego ni a la altura del betún de los zapatos.

(sobre todo, dignidad....)

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